De fortaleza checa a escena de rock juvenil latino, Klas fue más que un restaurante
Por Jojo Galván Mora
Este verano y después de un siglo de historia, de servir buenos filetes y de ser parte de la comunidad, el restaurante Klas ubicado en Cermak, fue demolido; y no puedo evitar sentir que un pedazo de Cicero se derrumbó con él. Este emblemático edificio al estilo de la arquitectura de Moravia, con sus comedores ornamentados, sus murales que recordaban a una época pasada y sus vitrales, vivió muchas vidas, incluida la de ser el hogar de la escena de punk rock DIY (“hágalo usted mismo”) de Cicero. Aunque el espacio físico ya no existe, la presencia de Klas en Cicero que abarcó casi un siglo, sigue siendo un recordatorio de la historia, los cambios que ha sufrido la ciudad y de todas las complejidades que esto implica.
Si existiera un libro de visitas firmado por todas y cada una de las personas que comieron en Klas, estaría a la altura de cualquier restaurante de alta cocina y de categoría de estrella Michelin del país. Entre sus muchos clientes, el restaurante recibió (supuestamente) a la banda de Al Capone, al ex alcalde de Chicago Anton Cermak e incluso, a la Secretaria de Estado de EE UU, Madeleine Albright, junto con el ex presidente George H. W. Bush. También era visitado regularmente por dignatarios extranjeros como Petr Nečas (ex primer ministro de la República Checa). Más allá de los mafiosos y los políticos, artistas, radicales y generaciones enteras de clientes originarios de Europa del este (y posteriormente de mexicoestadounidenses) contribuyeron a la leyenda del castillo checo ubicado en Cermak.
El icónico edificio que Klas llamaba hogar, se construyó durante varias décadas, pero todo comenzó en 1922. Fue fundado por Adolph Klas, un inmigrante bohemio de entonces 36 años de edad que trabajaba como camarero, junto con su esposa Ella. El restaurante de Cicero que llevó su nombre, tuvo un origen humilde, con un mostrador de comida y unas cuantas mesas que eran atendidas por amigos y familiares, pero que con el tiempo, se convirtió en una verdadera institución de Cicero.
De checo a “checo-mex”
Durante gran parte de su historia, Cicero ha sido una ciudad industrial. En su apogeo, la fábrica de Western Electric en Hawthorne Works empleaba a más de 40,000 hombres y mujeres las 24 horas del día para fabricar equipos de telecomunicaciones. Esto, junto con otras innumerables fábricas, plantas y almacenes, creó un auge del trabajo de clase media, de cuello azul. Estos puestos fueron ocupados frecuentemente por miembros de las comunidades checa y eslovaca de Chicago, que vieron la oportunidad de prosperar y trajeron a sus familias, construyeron comunidades y disfrutaron de una calidad de vida que en Chicago, de otro modo era difícil de alcanzar. Este crecimiento le valió a Cicero, y específicamente a la calle 22 (más tarde nombrada Cermak Road), el apodo de “Bohemian Wall Street”, por el número de negocios que pertenecían y servían a checos, eslovacos y otros europeos del este.
Ubicada entre carnicerías, panaderías y sastrerías, la joya de la corona era el negocio de Adolph y Ella Klas. Una década después de su apertura, el pequeño negocio comenzó a expandirse, empezando por transformar el mostrador de la cafetería en un bar que evocaba a una taberna bohemia. Para atender una mayor clientela, Adolph y Ella ampliaron los icónicos comedores temáticos, cada uno de los cuales lleva el nombre de su estilo particular de decoración (el Salón Moravo, el Salón Ruso/Zhivago, el Salón George Washington, el Salón de la Fuente y el Salón del Jardín). Con la ampliación de su negocio, Adolph quería captar el encanto de la decoración y la arquitectura del viejo mundo, y al mismo tiempo, reconocer los nuevos comienzos en el continente americano.
Este equilibrio se logró contratando a artistas locales para que decoraran cada centímetro (por dentro y por fuera) del espacio con fachadas arquitectónicas e instalaciones artísticas que recordaban a la Checoslovaquia de la que era originario Adolph. Uno de estos artistas fue el emigrante ruso Gennadi Gordeyev, que en 1938 pintó varios de los murales que adornaban las paredes del restaurante. Además de los murales, los maestros artesanos crearon la elaborada carpintería del interior del restaurante, los vitrales y los detalles ornamentales hechos de piedra caliza. Klas reflejaba la prosperidad social y económica de la comunidad de Europa del Este de la zona. El icónico eslogan que estaba en la marquesina del restaurante lo explicaba mejor: “Disfruta. Puede ser más tarde de lo que piensas”. Efectivamente, Adolph disfrutó del éxito de su restaurante hasta su fallecimiento en 1962. Ella falleció cuatro años después, en 1966. Después de su muerte, el establecimiento cambió de manos varias veces, pero permaneció, al igual que la zona, prácticamente sin cambios.
Sin embargo, durante los años 80 y 90 [del siglo pasado], con el aumento de la población latina en Cicero, Klas se encontró en una encrucijada. Su clientela habitual se fue marchando de la zona o envejeciendo. Para mantener las puertas abiertas, los propietarios trataron de atraer a una nueva clientela. Uno de los primeros intentos fue combinar la abundante cocina checa con la comida mexicana. Esto dio lugar a algunas creaciones interesantes (o tal vez infames, dependiendo de a quién se le pregunte), denominadas “checo-mex”, que figuraban en el menú, como tacos de goulash y enchiladas de pato. Más allá de las intervenciones culinarias, se hizo un esfuerzo por comercializar los pintorescos comedores para que se realizaran las fiestas de quinceañeras y el bar disponía de una variedad cervezas mexicanas junto con las tradicionales cervezas de estilo europeo. Pero nada pareció tener éxito. El restaurante no encontró su nicho hasta unos años más tarde, cuando toda una generación de habitantes de Cicero cumplió la mayoría de edad y quiso hacer algo de ruido.
Restaurante de día, sede del punk rock DIY de noche
Hasta cierto punto, Klas siempre fue un lugar para el entretenimiento. Adolph y Ella solían presentar a músicos checos en el escenario, pero nadie podía predecir entonces que Klas llegaría a ser conocido a nivel regional por su lugar en la escena local del punk rock, que está protagonizada por clientes e intérpretes Latinos. Tal es el caso de los residentes de Cicero Franco Morales y Jorge Anaya, que una noche de Halloween pasaron frente al Klas y escucharon la música en vivo que salía del interior del edificio. Luego de una proposición, una visita al edificio y un acuerdo comercial, Klas abrió sus puertas a la incipiente escena metalera de la zona, una comunidad que, según Morales, “empezó con espectáculos en los sótanos locales, a veces con hasta 10 bandas por noche”.
No pasó mucho tiempo para que los espectáculos en Klas atrajeran a un público habitual y, en febrero de 2007, se organizó el primer Klas Rockfest, que trajo al nuevo espacio actuaciones locales y regionales.
“Había otro local en Berwyn, pero queríamos algo para nosotros, algo para la gente de aquí”, contó Morales. “Todo el mundo respetaba el edificio. Todos sabíamos que había estado aquí durante mucho tiempo”. Y, al más puro estilo del punk rock DIY, Morales se apresuró a mencionar que, al final de la noche, el local tenía que quedar listo para volver a funcionar como un restaurante.
“Montábamos el escenario a primera hora del día y lo desmontábamos por la noche... teníamos que volver a colocar las sillas y las mesas al final de la noche para que el restaurante pudiera abrir durante la mañana”, agregó Morales.
Durante más de media década, los fines de semana en Klas se llenaron de metal y mosh pits, dando una liberación a toda una generación de jóvenes residentes de Cicero. Muchos de los artistas —como Morales— que actuaron durante los primeros días del local, no tenían ni siquiera 21 años de edad en ese entonces. La concurrencia era lo suficientemente importante como para que algunas noches hubiera dos escenarios y un DJ al mismo tiempo. En todos los sentidos, los espectáculos fueron un éxito.
El fotógrafo e historiador local Jeff Johnson pasó muchas veladas documentando el ambiente de Klas a través del lente de su cámara. Recuerda que en una noche, se celebraba un espectáculo en uno de los comedores, mientras que en otro, un grupo de ancianos compartía una comida tradicional checa; le fascinaba que ambas reuniones pudieran tener lugar al mismo tiempo y en el mismo lugar, a escasos metros de distancia. En ningún otro lugar podría ocurrir algo así, solo en Cicero.
Tres tipos diferentes de eventos pasaron la noche del 25 de mayo de 2013 en Klas. En una sala se llevó a cabo una cena tradicional checa que disfrutaron las personas mayores, mientras que en otras salas del restaurante se llevó a cabo un espectáculo de música DJ, punk y arte (Foto por Jeffery C. Johnson).
Junto con la nueva escena, los propietarios del restaurante intentaron mantener la presencia local de la cultura checa con actos de música folclórica regional, ferias de arte y visitas, junto con el Consulado Eslovaco Móvil. Esta doble identidad hizo que el restaurante de día y el local de noche, existieran durante unos años más, pero el final se venía venir. El último Klas Rockfest se realizó en mayo de 2013, con algunos espectáculos adicionales intercalados hasta el cierre del restaurante. Klas cerró sus puertas para siempre a finales de 2016, alegando dificultades financieras para mantener el enorme edificio en funcionamiento. Tras el cierre, el edificio se deterioró y, después de varios intentos infructuosos de reactivarlo como museo y centro de recursos comunitarios, en el verano de 2022 se vendió y demolió.
La primera y segunda fotos fueron tomadas durante un día de demolición el 26 de mayo de 2022 (fotos por Jojo Galvan) y la tercera y cuarta fotos fueron los restos del restaurante el 16 de agosto de 2022, antes de que se demolieran el resto del edificio (fotos por April Alonso).
Los residentes de Cicero pasados y presentes, se reunieron ante el lugar de la obra para ver cómo se derrumbaba el restaurante. Al cerrar las puertas, una parte importante de los objetos efímeros del restaurante se quedó dentro. La cristalería, la señalización e incluso algunas vidrieras, se tiraron en camiones de basura. Pero no se perdió todo. Algunos de los elementos más memorables del restaurante fueron salvados por personas vinculadas con el local. Irene Hogstrom, nieta de Gennadi Gordeyev, logró salvar un número importante de los murales que pintó su abuelo junto con otros elementos memorables del edificio. Tiene previsto donar las obras de arte y los objetos al Chicago History Museum y al National Czech and Slovak Museum and Library, ubicado en Cedar Rapids (Iowa), en un esfuerzo por preservar la historia de su familia y de los checos de la región. Para muchos otros, como Morales, que ahora tiene 31 años de edad, Klas vive en la memoria a través de todas las noches pasadas en el lugar y de las amistades hechas en el trayecto. Cuando le preguntamos si hay alguna posibilidad de que la banda vuelva a reunirse, se rió y respondió: “Todavía toco con algunos de esos hommies”.
La demolición de Klas es el capítulo más reciente en la extensa y complicada narrativa sobre la conservación del patrimonio arquitectónico de Cicero. Significa el fin de una era y la pérdida de un edificio que en la actualidad no podrá ser replicado. Para una ciudad cargada de historia, en la que los edificios suelen ser los últimos instrumentos para contar su historia, las demoliciones parecen ser algo habitual. Klas contó la historia de los cambios de la población de Cicero, pero su historia nos obliga a mirar más allá de las narrativas de la sucesión racial y en su lugar, reconocer a los individuos que trabajaron en negocios como éste, que eran construidos para perdurar en el tiempo.
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¿Cuáles son tus recuerdos favoritos del Klas? Envíanos un correo electrónico o un mensaje de texto con tus fotos antiguas, folletos o anécdotas, para que tengas la oportunidad de que laas publiquenos.Nuestro correo electrónico es info@ciceroindependiente.com y nuestro número es 708-317-8078.
Jojo Galván Mora es historiador y curador de museos interdisciplinarios con sede en Chicago. Reside en Cicero desde hace muchos años y actualmente cursa un doctorado en Historia Urbana y Pública en la Universidad Northwestern de Evanston.
Este artículo fue editado con ayuda de la doctora Heidi Samuelson, editora del Chicago History Museum.
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